4:30 a.m. Suena el despertador. El
sol y el día aun duermen, pero nosotros ya estamos preparando la jornada de
trabajo de hoy.
Guantes de obra, mazas,
cuchillos, bolsas de basura… Creo que está todo
Desayuno en silencio con mil
imágenes de ideas para el proyecto, como cada día. Se oye el bus pitar a lo
lejos:
-Corre, que no llegamos!.
-Corre, que no llegamos!.
A la carrera, pero agarramos el
bus… Dentro de una hora y media estamos en el barrio de la Bolsa.
La jornada de trabajo comienza, todo
el equipo voluntario va llegando, algún curioso
se nos une siempre. Las herramientas listas, manos a la obra. Alguien canta al ritmo de la
música de fondo, sonrisas tímidas en cada rostro, miradas cómplices: Vamos
equipo!. Hoy continuamos montando las llantas para lo que serán las bancas del
parquecito. Los niños salen de la escuelita para su tiempo de receso. Todos quieren
colaborar. El trabajo se convierte en un juego, vamos encontrando tesoros entre
la basura, todo el mundo trabaja unido.
En ese momento recuerdo el
despertador a las 4:30 a.m. de la mañana y le encuentro sentido al ver a todo el
equipo trabajando motivados por un mismo fin, por un mismo sueño. Las sonrisas
de Génesis, Lorena, Judith, Celeste, Eirc, Olman, Jonny, Nixon, Estéfani y
Bryan iluminan cada día de trabajo. Sus ojos nerviosos, sus preguntas “indiscretas”,
sus ideas imposibles, sus juegos sin ,
sus reflexiones profundas que zarandean tu mundo estable en su segundo y su trabajo incansable son nuestra batería
de energía y motivación.
Gracias por los momentos de
risas, por el esfuerzo, el trabajo infinito que cada quién ha puesto en este
sueño y sobre todo gracias por demostrar al mundo y a cada uno de nosotros que:
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